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Juego de improvisación con objetos encontrados en el parque de la Ciudadela, una tarde de lunes, octubre.

Un señor camina por la calle. Es un señor muy serio y circunspecto.

Camina calle arriba, camina calle abajo, siempre muy serio. No sea que alguien se confunda. Él es muy importante.

De pronto, divisa un arbolito.

Se tumba bajo sus ramas. Ve un retazo de cielo, las nubes, se está tan bien aquí tumbado: sonríe… ¡Sonríe!

Y se duerme.

Zzzz…

Despierta, aún con la sonrisa en los labios… Está desconcertado, incómodo, ¡incluso preocupado! Se acaricia la barbilla… y la seriedad regresa a su rostro.

De nuevo, el señor serio camina calle arriba, camina calle abajo, siempre muy serio. No sea que alguien se confunda. Él es muy importante.

Una piedra en medio del camino.

El señor serio no la ve. Tropieza. ¡Ay!, grita. Llora. Se ha golpeado la cabeza.

Risa, llanto… ¿Qué está pasando? El señor serio entra en pánico y lanza arbolito y piedra escenario abajo.

El mundo aparece ahora despejado, ordenado… ¿Quizá vacío? El señor serio no quiere ni oír la pregunta. Mejor andemos, se dice.

Y, de nuevo, el señor serio camina calle arriba, camina calle abajo, siempre muy serio. No sea que alguien se confunda. Él es muy importante…

¿Importante? ¿Para quién? Está solo… y terriblemente aburrido.

¡Una cuerda! ¡Necesito una cuerda!, grita el señor serio, menos circunspecto que de costumbre. Una cuerda, una caña de pescar, tal vez un camino.

Et voilà!

El señor serio recupera el arbolito: ¡alehop!

La piedra: ¡arriba!

Ahora podrá volver a sestear bajo el arbolito. ¡Incluso trepar! Sin duda volverá a tropezarse con la piedra… aunque… si está atento también puede servirle para otear el horizonte… Y tal vez hallar un camino, por el que avanzar… algo menos serio y circunspecto… pues no importa si alguien se confunde, ¡qué más da! Él, sin duda, es importante para ti y para mí.

Fin.