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Acabo de ver Spotlight: peliculón. En una matinal del Verdi, por cierto, horario con el que estoy encantada. Si se deja ver el sol luego te vas a tomarlo, con una cerveza, a la plaza de la Virreina. Excelente guión y dirección: precisos, funcionales, al servicio de la narración, sin perderse en las típicas subtramas amorosas o de cama tan queridas por Hollywood y que aquí son del todo innecesarias: pura concentración en el asunto. Fantásticas interpretaciones, también, dándole la justa dosis de épica a una profesión respecto a la cual la peli rinde un tributo que tiene bastante de elegía: parecería que esos camiones de reparto con el rótulo del Boston Globe impreso son los últimos que salieron de las cocheras del periódico (una no creía siquiera que aún existieran). Estoy hablando del periodismo de investigación, del que lleva a cabo un equipo de reporteros apoyados por sus editores con un compromiso ético y, sobre todo, con tiempo, no sometidos (hostigados, en realidad) por la rentabilidad a corto plazo (por no hablar de condiciones laborales de mierda o inexistentes). Ese que es el último, o tal vez debería ser el primero!, asidero de las víctimas o, en el mejor de los casos, de cualquier ciudadano frente al poder, cualquier poder, como parece tener clarísimo el director de esta peli y por lo cual el final es cinematográfica y éticamente impecable. En fin, chicos, y nosotros que estamos por aquí escribiendo lo sabemos: que si como parece eso se va a la mierda estamos fritos. De la Iglesia y la pederastia, respecto a la cual la peli también es muy clara: no son algunas manzanas podridas sino que es consustancial al sistema, hablamos otro día.