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Hay algo en Paterson, el protagonista de la película de Jarmusch -un conductor de autobuses, exmarine y poeta-, de labrador, de hombre de campo: esa perpetua rutina a través de la que avanza su vida y la película que aquí carece de cualquier connotación negativa, al contrario, parecería que es la que le permite observar la vida y sus ritmos. Jarmusch ha construido un precioso “cuento de Navidad”, una película tan espiritual (que no religiosa) como cotidiana. Y pienso que nuestras vidas, no por elección cada vez más caóticas, nos alejan de la posibilidad de sentir ese discurrir del tiempo y sus mutaciones, haciéndonos sentir simplemente viejos y vacíos. En fin, queridos, es domingo por la tarde…