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Con Algo, ahí fuera, el periodista y novelista Bruno Arpaia nos sitúa sitúa en el largo infierno que precedería a la extinción de nuestro mundo. O, en todo caso, en el mundo inhóspito hacia el que nos encaminamos. Basta con que la temperatura global del planeta suba algunos grados más.

Bruno Arpaia en blog Eva Muñoz

Reseñé el libro en el Cultura/s del sábado 14 de enero en La Vanguardia.

Podéis leer la reseña completa aquí:

Enrico Fermi sostenía que, dado el tamaño del Universo, había muchas probabilidades de que se hubiera dado vida en otros planetas, pero ya se habría (auto)extinguido: eso explicaría la falta de contacto. Algo, ahí fuera, del periodista y escritor italiano Bruno Arpaia, no nos sitúa en la extinción, sino en el largo infierno que la puede preceder. O, en todo caso, en el mundo inhóspito hacia el que nos encaminamos, ciegos de vanidad, avaricia y, desde luego, estupidez colectiva. Una distopía que no acontece en un futuro lejano sino en este mismo siglo: basta con que la temperatura global del planeta suba algunos grados.

Dos tiempos: el ecuador del siglo y apenas una treintena de años después. En el segundo tiempo, que es el presente del relato, Livio, el protagonista, atraviesa Europa con una tropa de desheredados. Son centenares, algunos miles. Proceden de toda Italia con el objetivo de alcanzar Escandinavia. La temperatura del globo ha aumentado seis o siete grados, el nivel del mar ha subido doce metros. Ya apenas son habitables las zonas árticas o antárticas del planeta: Rusia, Escandinavia, Islandia, Canadá, Groenlandia… Sólo en esa fortaleza custodiada sin piedad persiste la vida tal y como hoy la conocemos. El resto del mundo es un inmenso erial surcado por caravanas de desplazados que rivalizan entre sí por el agua y la comida. Los estados hace tiempo que desaparecieron. Desde ese escenario, Livio rememora una vida anterior con una mujer, un hijo, cuando ambos, llegados de Italia, eran investigadores en Stanford, en unos Estados Unidos que se degradaban política y medioambientalmente a ojos vista y que son epítome de la decadencia de nuestro mundo.

No estamos ante la hondura ni la brillantez literarias de Cormac McCarthy -eso son palabras mayores-, pero sí ante una novela estimable, que se lee de un tirón y que tiene en la fuerza visual una de sus grandes bazas que, a su vez, la ponen en relación con otras ficciones distópicas del cine y la literatura, de la referida La carretera a Mad Max. Pero también la traen mucho más cerca. Y es que ese avanzar penoso de la columna de desesperados remite a las peores experiencias del éxodo pasadas y presentes, a cualquier telediario… Lo que verdaderamente nos inquieta de la novela de Arpaia es que, esta vez, los “otros” somos nosotros.