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Mi último artículo publicado en el Cultura/s de La Vanguardia (sábado, 3 de julio) es una crítica del último libro de Patricia Almarcegui Cuadernos perdidos de Japón. Una muy agradable lectura y un libro de viajes nada al uso. Podéis leer mi reseña completa más abajo.

“LAS COSAS hay que aprehenderlas en su movimiento” escribe Patricia Almarcegui en sus Cuadernos perdidos de Japón. Y yo creo que esa es la razón por la que Almarcegui, que fue bailarina antes que escritora, viaja. Porque en su movimiento, el de las cosas y el suyo propio, la autora piensa y aprende. Ya los peripatéticos reflexionaban deambulando, como si el movimiento del cuerpo acompañara o indujera el movimiento de la mente. Y el vínculo de la escritura con el viaje, literal o metafórico, es una constante en distintas tradiciones literarias. En Patricia Almarcegui (Zaragoza, 1969), profesora de Literatura Comparada y escritora, el viaje parece consustancial a su actividad literaria y es central en su producción.

La autora de El sentido del viaje (2014) o La memoria del cuerpo (2017) hizo dos viajes a Japón en el transcurso de los cuales tomaba notas que dieron lugar a un puñado de cuadernos de viaje. Algunos de aquellos cuadernos se extraviaron, dañaron o fueron robados por su expareja. Y esos cuadernos que ya no están son el origen de estos Cuadernos que nos entrega.

Por eso, el de Almarcegui, además de un singular libro de viaje, es un libro acerca de la pérdida: de los cuadernos que reconstruye, de la pareja aludida y elidida, la madre, los lugares que se dejan atrás, todos los momentos de plenitud que inevitablemente se extinguen. Y sin embargo no es un libro triste. Es un libro que en su naturalidad y serenidad para referirse a todo tipo de asuntos, de lo más prosaico a lo más poético, de lo político a lo estético, celebra la vida y la belleza.

Testimonio de una manera de viajar, en la que se privilegia la experiencia frente al hito, alterna fragmentos narrativos con otros que contienen observaciones, preguntas, reflexiones, aforismos casi, siguiendo una lógica más poética que narrativa. Una escritura de notable calidad que destila delicadeza y equilibrio.