ALGO SE ESTÁ MOVIENDO. Entre las novedades de cualquier librería es fácil encontrar últimamente algún ensayo feminista. También en librerías, carteleras de cine o centros de arte, la presencia de obras firmadas por mujeres ha dejado de ser algo anecdótico y su trabajo empieza a ser recibido no como una excepcionalidad o como una obra femenina, sino como la obra de una autora, mujer, sí, e imbricándose en el discurso general. Y si la cultura, además de construirnos, la construimos nosotros, ¿cómo no habría de cambiarla el hecho de que el discurso público esté empezando a poblarse de voces de mujeres? Porque la cosa va de voces, como señalan Mary Beard y algunas otras.
Reportaje publicado en el Cultura/s de La Vanguardia el 24 de febrero de 2018
MARY BEARD: GÉNERO Y DISCURSO PÚBLICO
Un gesto y, sobre todo, una voz: la de Telémaco reprimiendo a su madre Penélope cuando ésta hace oír su voz en público. Un acto, este silenciar el discurso público de las mujeres, escribe Mary Beard (Much Wenlock, 1955) que aún hoy, en pleno siglo XXI, “se repite con demasiada frecuencia”. En su reciente ensayo Mujeres y poder, esta catedrática de Clásicas en Cambridge, divulgadora y figura referencial y personalísima del feminismo contemporáneo, parte de una de las obras fundacionales de la cultura occidental, La Odisea de Homero, para rastrear los orígenes de la misoginia moderna.
Y es que, explica la profesora británica, desde el momento en que el poder deja de residir en la fuerza bruta, el atributo definitorio de la masculinidad, al menos entre los hombres libres, pasa a ser la voz o, más precisamente, el discurso público. Por eso, desde ese momento, despojar a las mujeres de poder y mantenerlas en el ámbito doméstico, equivale a silenciarlas públicamente. Y La Odisea, que además de las gestas de Ulises es el relato de cómo Telémaco madura y se hace un hombre, contiene en su arranque lo que pretende ser un mensaje muy preciso para hombres y mujeres: quién tiene y quién no tiene derecho a hacer oír su voz. Y, en consecuencia, quién tiene, o no, autoridad y autonomía.
Mary Beard analiza la relación entre poder, discurso público y voz masculina a través de algunas de las obras fundacionales de la cultura occidental.
La autora prosigue su estudio analizando otras obras de referencia de nuestra cultura en distintas épocas y las pone en relación con situaciones actuales en las que el discurso público de las mujeres es silenciado o trata de silenciarse en los medios y en las redes sociales. Una indagación que no es ajena a su propia experiencia, pues su excelente tarea como divulgadora del mundo clásico en la BBC le costó ataques furibundos en los medios y las redes que, por cierto, nada tenían que ver con su competencia académica o comunicativa sino con su aspecto. Y es que Beard es una voz tan autorizada como desacomplejada y liberada de estereotipos: ni guapa, ni sexi, ni masculina. Todo lo cual, como su humor e inteligencia, resulta profundamente subversivo.
Señala usted el discurso público como el atributo definitorio de la masculinidad.
Sí, tan atrás como nos remontemos, encontramos una relación clara entre mujeres silenciosas o silenciadas y hombres portadores del discurso. La cultura occidental representa la mujer callada, y eso es algo que debemos confrontar.
¿Hay una conexión entre Telémaco haciendo callar a su madre y las formas contemporáneas de ignorar el discurso femenino?
En efecto. Para mí fue una conmoción ver, en algunos de los primeros ejemplos de la literatura occidental, a mujeres siendo acalladas por hombres. Durante tres mil años se nos ha transmitido la idea de que las mujeres deben callar.
Cuando las mujeres quieren ser tomadas en serio, con frecuencia adoptan atributos masculinos.
Carecemos de modelos femeninos de poder o autoridad. Por ello, cuando una mujer quiere tomar posiciones de poder adopta un estilo masculino, como vestir pantalones o un tono de voz grave, es lógico. Me gustaría que fuéramos capaces de derribar ese estereotipo masculino acerca del aspecto del poder. ¿Ponerle faldas, quizá?
¿Debemos redefinir el poder para que las mujeres tengamos espacio en esa esfera?
La lógica me parece evidente. Si las mujeres no encajan en la actual estructura de poder, debemos cambiar la estructura del poder, no a las mujeres.
El número de mujeres que participa hoy en el discurso público es creciente. ¿Producirá esto un cambio en la percepción de la voz femenina?
Finalmente contribuirá a ello, ¡pero no sé si lo suficientemente rápido para mí! Tengo 63 años ¡y lo quiero ya! Aún veo muy pocas mujeres como directoras de museos o en el parlamento, y creo que todavía hay mucho trabajo que hacer.
Con el crecimiento de movimientos como el “Me Too”, hay hombres, y mujeres, que denuncian un incremento de la corrección política…
No creo que haya más oposición de la que siempre ha habido. Siempre se produce algún tipo de reacción.
¿Es usted feminista?
Por supuesto. Nunca he pensado que pudiera ser otra cosa. Quizá deberíamos debatir acerca de qué feminismo hablamos… pero sí, desde luego, y una feminista orgullosa de serlo.
¿Superar el patriarcado es hoy el único horizonte ideológico capaz de regenerar una humanidad autodestructiva?
Me gustaría superar el patriarcado, ¡pero tengo unas cuantas cosas más en la lista!
OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS
LAURA BATES
De una generación posterior a Mary Beard, la autora de Sexismo cotidiano ha trasladado al papel una experiencia que arrancó en 2012, cuando creó la web Everyday Sexism Project, donde la gente podía compartir sus experiencias de machismo diario. Tres años después de su creación, el proyecto de Laura Bates (Oxford, 1986) había superado las 100.000 entradas, convirtiéndose en un acontecimiento viral y un gran compendio de la misoginia moderna. Lo que en Beard es un análisis de nuestra tradición literaria en clave de género, en Bates es un examen de la comunicación contemporánea desde esa perspectiva, que le sirve para poner en contexto los relatos que le han hecho llegar mujeres de todo el mundo, edad y condición y dan cuenta de un machismo perfectamente instalado y normalizado en nuestra cultura.
Su web Everyday Sexism Project sirvió a Laura Bates para dar voz a mujeres anónimas del mundo entero y realizar un amplio compendio de la misoginia moderna.
El trabajo de esta escritora que anteriormente ejerció de niñera y actriz no pretende erigirse en análisis cuantitativo o en prueba fiscal, pero no hay duda de su interés cualitativo y de la cantidad de datos útiles de los que ha hecho acopio. Su mayor valor reside sin embargo en dos aspectos. Primero, en llamar la atención de manera fehaciente sobre el hecho de que no por normalizado, el machismo haya desaparecido de nuestro entorno. Por el contrario, más allá de los abusos graves y lacerantes, nuestra vida cotidiana está llena de un sexismo que, por normalizado, opera de manera silenciosa, conformándonos y haciéndonos conformar. Segundo, al crear un espacio de comunicación en la red, esta milenial ha logrado conectar con las jóvenes y las adolescentes contemporáneas. Un hecho que parece fundamental a juzgar por algunas de las estadísticas y relatos que el libro recoge y que revelan por ejemplo que “el mayor deseo” de las niñas entre los 11 y los 17 años es “estar más delgadas”. Mientras esto sea así, el problema de las mujeres no es el “techo de cristal”, sino otro mucho más insidioso: hemos interiorizado la cárcel, somos prisioneras de nuestros propios cuerpos.
PATRICIA MERINO
El proyecto político del feminismo se centra hoy todavía en el empoderamiento de las mujeres en el empleo y en la vida pública. Por eso, leyendo el título del libro de Patricia Merino (Bilbao, 1961) Maternidad, Igualdad y Fraternidad, habrá quien sospeche que no estamos hablando de feminismo sino de alguna otra cosa. Ciertamente, la maternidad no es ni obligatoria ni nuestro destino, el feminismo clásico lo dejó por fortuna claro, pero relegar la maternidad, ese hecho central de la vida humana, a los márgenes del discurso es en realidad hacerle el juego al patriarcado, denuncia la autora, pues “es precisamente en las dependencias y vulnerabilidades originadas en la maternidad donde éste enraíza”. Y la solución no puede ser obviar la cuestión sino, por el contrario, poner la maternidad en el centro del debate y, de una vez por todas, reconocer a la madre como sujeto político.
Solo poniendo la maternidad en el centro del debate feminista y reconociendo a las madres como sujeto político superaremos el patriarcado, sostiene Patricia Merino.
En su libro, Merino cuestiona la representación que desde el feminismo beauvoiriano y las posiciones constructivistas se ha hecho de la maternidad, teñidas de misoginia la una y de un culturalismo extremo la otra, que niega la dimensión biofísica de la maternidad y su trascendencia. La autora también reflexiona acerca de los conceptos de “trabajo” y de “empleo”, reclama la equiparación del trabajo productivo y reproductivo y explora el modo en que encaja la maternidad en las diversas sociedades europeas actuales y cómo en cada una de ellas se socializa la crianza. Una reflexión que se antoja fundamental en nuestras sociedades posfamiliares y poslaborales, donde las profundas transformaciones del mercado de trabajo y las tasas crecientes de paro también obligan a cuestionar el binomio empleo-derechos sociales y de ciudadanía en que hasta ahora se han basado las sociedades industriales.
VIRGINIE DESPENTES
Hablemos claro: he venido a recomendaros algunos libros imprescindibles, de esos que os pueden cambiar la vida. Y eso es exactamente lo que puede hacer un libro como la Teoría King Kong de Virginie Despentes (Nancy, 1969), que puede reconciliaros con quienes sois con la contundencia de un puñetazo y emocionaros con un arranque tan poco sospechoso de sensiblería como este: “Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, la camioneras… ”. Pero, queridas, las que sabemos algo o estamos dispuestas a descubrirlo, sabemos que lo verdaderamente conmovedor en esta vida es la verdad desnuda.
El discurso de Virginie Despentes es un cuestionamiento radical de las asunciones políticas, estéticas y sexuales en las que se sustenta el patriarcado.
El de Despentes es un cuestionamiento radical de muchas de las asunciones estéticas, políticas y sexuales sobre las que se asienta nuestra sociedad patriarcal y es, por ello, profundamente liberador, y perturbador. Empezando por ese “ideal de la mujer blanca, seductora, que nos ponen delante de los ojos [y que] es posible incluso que no exista”. ¡Bingo! Son fundamentales algunos capítulos y reflexiones, como su lectura de la seducción femenina, ese “vestirse de puta” como forma de disculparnos por nuestra inteligencia y enviar el mensaje tranquilizador de que seguimos jugando al juego que se espera de nosotras, o su análisis a contracorriente de la violación o la prostitución, donde la autora parte de su propia experiencia y elabora desde ahí su discurso, una dinámica narrativa que encontramos a lo largo de todo el libro. Escrito en 2006, es todo un acierto su reedición doce años más tarde, con traducción de Paul B. Preciado, y no hay duda de que sigue estando plenamente vigente.
CHIMAMANDA NGOZI ADICHIE
En este coro de voces, sería fácil dejarse llevar por la tentación de etiquetar a Chimamanda Ngozi Adichie (Enugu, 1977) como la “voz periférica”, pues nació y creció en Nigeria, donde sigue residiendo parte del tiempo, además de en Estados Unidos, o como “feminista pop”, pues en efecto es un personaje público extraordinariamente popular (tanto como pueda serlo un escritor que además es mujer y negra) y algunas de sus frases más célebres han sido llevadas a la música por Beyoncé o estampadas en camisetas Dior. Lo que sí podemos decir de Adichie es que es capaz de expresar con extraordinaria sencillez asuntos complejos y su discurso está lejos del intelectualismo dominante en los discursos feministas más tradicionales y emparenta con su narrativa, “yo soy una contadora de historias, me interesa la textura de la vida, no las teorías”, dice.
Chimamanda Ngozi Adichie expresa con sencillez asuntos complejos y pone el acento en la educación y en nuestra acción cotidiana.
Todos deberíamos ser feministas, un librito que recoge una conferencia pronunciada en 2012, contiene observaciones de gran sencillez pero enorme calado y se ha convertido en todo un clásico del feminismo contemporáneo. La autora reclama un mundo distinto y más justo y sugiere cuál es la forma de empezar: “tenemos que criar a nuestras hijas de otra forma. Y también a nuestros hijos”. Una idea que ha desarrollado en su más reciente Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo, que contiene propuestas tan simples y valiosas como la sugerencia de no llamar “princesas” a las niñas (pensadlo bien), enseñarles que lo más importante en esta vida es ser honesto con uno mismo, no gustar o complacer a los demás, o que los matrimonios son felices o desgraciados, pero en ningún caso un logro. Recomienda también la autora acostumbrar a los niños a leer (incluso mediante soborno) y enseñarles a cuestionar el lenguaje, y en ningún caso pretender que ellas son mejores que ellos, pues es otra trampa: la bondad femenina es tan frecuente como la maldad. Espléndida novelista, más allá de estos breves ensayos, el discurso de Adichie está comprendido en una narrativa cuyas protagonistas son con frecuencia mujeres jóvenes que tratan de construirse una identidad (siempre múltiple) y una vida propia con inteligencia, energía y humor.
JESSA CRISPIN
El feminismo está de moda. Ya no es un movimiento político sino un estilo de vida, un producto más y, como tal, ha perdido su capacidad crítica y su poder transformador. Esa es la tesis de la periodista, escritora y crítica literaria Jessa Crispin (Kansas, 1978), autora de Por qué no soy feminista. Un manifiesto feminista, un análisis ácido y lúcido tanto del patriarcado como del feminismo contemporáneo. Con la voluntad de resultar aceptable para todos, dice la autora, el feminismo se ha vuelto inofensivo. Y así se ha pasado de la crítica a la etiqueta y la denuncia, una deriva que para Crispin no es ajena a la sustitución de la sociología por la psicología y de la política por la moda que opera en nuestras sociedades contemporáneas.
Jessa Crispin se muestra tan crítica con el patriarcado como con un feminismo que en su voluntad de universalizarse ha perdido su capacidad transformadora y ha devenido moda.
“Los obstáculos y desigualdades reales a los que se enfrentan las mujeres afectan en su mayoría solo a las mujeres pobres; las de clase media y alta pueden comprar el acceso al poder y a la igualdad”, afirma la autora. El problema es el patriarcado, eso lo que hay que poner en cuestión y superar, concluye. Lejos de ello, el llamado empoderamiento no haría sino perpetuarlo, según Crispin, pues simplemente pretendería que algunas de nosotras podamos apropiarnos de una parte del pastel. Si bien la crítica principal de Crispin parece válida, cabría hacer un par de observaciones a su análisis. En primer lugar, que la clase media va camino de convertirse en producto de derribo, con una mayoría de nosotras a la cabeza. En segundo, aun estando de acuerdo en que gestos como enfundarse un fabuloso traje negro de Valentino en un cuerpo al servicio de los más caros mitos del patriarcado quizá no sea exactamente un acto ni radical ni liberador, ese gesto pone precisamente de manifiesto como la cosificación del cuerpo de la mujer es transversal social y económicamente, al igual que una cultura que lleva tres mil años silenciándonos a todas, de baja y alta cuna.
Fuera de los márgenes de este artículo quedan muchas otras voces que se están haciendo oír. Paulina Fariza publica F de Feminismos, un abecedario ilustrado al hilo del cual recorre algunos de los principales hitos, conceptos y retos del feminismo contemporáneo; Bel Olid expone también los conceptos clave de la lucha feminista actual en Feminisme de butxaca en tanto que Capitan Swing reedita la Autobiografía de Angela Davis, filósofa, feminista y mítica activista afroamericana… Imposible dar cuenta aquí de todas las novedades, pero el fenómeno editorial es el reflejo de un movimiento político que ha vuelto al centro del discurso.