Reseña del libro de Nathalie Léger, publicada en el Cultura/s de La Vanguardia.

La escritora, editora y comisaria de arte Nathalie Léger (París, 1960) recibe un día el encargo de escribir una entrada para un diccionario de cine acerca de Barbara Loden, directora de un único film, Wanda, ganador del premio a la Mejor Película Extranjera en el festival de Venecia de 1970 y convertida pronto en película de culto. Léger siente en seguida una suerte de fascinación por Loden, una mujer algo esquiva, hermosa, herida, segunda mujer del cineasta Elia Kazan… y se sumerge en una investigación que en seguida desborda el contenido de su encargo y está en el origen de este libro y de un periplo que le lleva de la Costa Azul hasta Nueva York, pasando por la región minera del estado de Pensilvania.
El libro es el relato de ese viaje y de su investigación, que adopta la forma de un gran mosaico en el que la autora intercala digresiones acerca de su propia vida y de la de su madre y nos va narrando de manera fragmentaria el film de Wanda y la vida de la mujer en la que la cineasta se inspiró para construir la película: Alma Malone, que participa en una atraco y, cuando es detenida, da las gracias por entrar en prisión. Alter ego confeso de Barbara Loden, Wanda parece una mujer desnortada y, sin embargo, con una genuina resistencia y determinación a seguir adelante aunque tal vez ni ella ni nosotros sepamos muy bien en qué dirección o con qué objeto. ¿Qué es lo que atrapa a Nathalie Léger de Barbara Loden y de Wanda? ¿Qué es lo que nos atrapa? Marguerite Duràs, reconocía en Wanda/Loden ese “algo inviolable, hermético y decisivo” que hay en cada uno de nosotros y que la sociedad no puede penetrar. Un algo que quizá es tanto más llamativo cuanto más pasivo y obstinado, como Wanda, resulta un personaje.
Un libro que puede ser leído como la lucha íntima de muchos seres heridos para expresarse e individuarse. “Por eso hice Wanda. Era una manera de confirmar mi propia existencia”. Un libro que encierra la extraña poesía de los paisajes desolados y de ciertas vidas ordinarias, pero no comunes.