Lejos aún la primavera, traigo estos versos de Misael Ruiz Albarracín:
LA OPULENCIA en todas sus formas:
la humilde, del jardín,
un pedazo de queso, unos pocos
amigos y un árbol que dé sombra;
la de los dones del cuerpo
y el mundo, la carne rebosante,
las flores que se abren, los manjares
que son festín de la muerte;
la de la mente chispeando entre
dos ideas, una sílaba
que remite como un rayo subterráneo
a todas las palabras de un hombre;
la del silencio y el vacío, la del
aire que apenas se mueve,
la del olvido, la de la vida
sin huella, la de lo nunca dicho
(opulencias)
No lo conocía. Lo escuché el jueves en el Encuentro Albor nº 5: esas veladas de poesía o narrativa que organiza con tan buen hacer Sandra Pareja, también poeta.
Dijeron sus versos Misael, Jean-Yves Bériou y David Casassas. A Casassas no lo escuché, llegué tarde.
Me gustó mucho Misael. Y fue emocionante oírlo recitar. Su poesía despojada, esencial y carnal a un tiempo, la transparencia que se adensa de vida y se estremece.
Luego Jean-Yves, en un registro tan distinto, evocó con grandísima intensidad aquel paisaje de muerte amarillo, arrasado por el sol… Qué curioso, la muerte que en Gamoneda adopta los colores blanco y negro del frío y del luto castellanos en el poeta que lo vierte al francés se presenta con una forma y un color tan distintos y, sin embargo, ahí, en esa violenta certeza se encuentran…
Y nada más. Leerlos. Ya es muy osado lo que he dicho hasta aquí. Pero léanlos. No hay duda en ello: les alcanzará la intensidad.