La relación entre la mecenas Nadezhda von Meck y Tchaikovsky es una de las más singulares y fascinantes de que tengo noticia. A lo largo de los catorce años en los que la mecenas sostuvo económicamente al compositor, intercambiaron centenares de cartas a través de las cuales forjaron una sólida amistad pero, por deseo expreso de ella, jamás se vieron, ni siquiera cuando coincidieron en la villa veraniega que ella poseía en Florencia. Lo cuento aquí, a propósito del concierto de la Cuarta sinfonía de Tchaikovski que sonará mañana en el Palau de la Música.