Un preciso e implacable diagnóstico de la Rusia de hoy de una de las voces más críticas de la literatura rusa actual. Podéis leer mi crítica para el Cultura/s de La Vanguardia más abajo, o clicando aquí.


En la Unión Soviética, el kilómetro 101 tenía un significado preciso que excedía la distancia: informaba del delito político. Y es que los condenados a campos de trabajo por actividades contrarrevolucionarias tenían prohibido en adelante vivir a menos de 101 kilómetros de cualquier gran ciudad (me pregunto hasta dónde subyacía la voluntad de castigo y hasta dónde el temor a que los malos bolcheviques pudieran corromper a sus compatriotas a gran escala), por lo que muchos de aquellos condenados acabaron instalándose en ciudades de provincias como Tarusa, la localidad que inspira los relatos del libro de Maxim Ósipov (Moscú, 1963), el segundo del autor que publica Libros del Asteroide.
A esa ciudad se trasladó Ósipov, médico cardiólogo, desde Moscú en 2005 para recuperar el trato directo con los pacientes. También allí empezó a publicar cuentos, novelas, ensayos y obras de teatro que lo han convertido en uno de los autores rusos contemporáneos de mayor proyección internacional. A medio camino entre la gran ciudad y las zonas rurales, la ciudad de provincias se antoja el lugar ideal desde el que observar un país que, en palabras del escritor, ha cambiado mucho en las últimas décadas, pero nada en los últimos doscientos años. Los relatos, que se nutren de su propia experiencia, ofrecen un retrato preciso e implacable de la Rusia contemporánea: las desigualdades profundas, la decadencia de un estado autoritario y burocratizado hasta la inoperancia y el absurdo, el nacionalismo, la violencia, el desánimo, la alargada sombra del pasado soviético… pero también la humanidad de la gente común.
Observador agudo de la sociedad y sus congéneres, firmemente anclado a la materialidad de la existencia, irónico, antirretórico, Ósipov escribe como paseándose por las vicisitudes y los asuntos del día, alternando ahí la memoria y la reflexión. Relata un poco como si mantuviera una conversación, sucediéndose lo acontecido, las impresiones, los recuerdos… con la naturalidad, el capricho incluso, de ese género narrativo, al punto que a veces puede resultar algo confuso o descuidado. En su estilo voluntariamente austero y su actitud como narrador, Ósipov se revela genuinamente chejoviano.
En la más larga de las narraciones, «Kilómetro 101», casi una novela breve, el protagonista, alter ego del autor, se debate entre el afecto que le provoca el carácter acogedor y solidario, de colaboración con el vecino, propio de la vida rural, con la pesadumbre y la irritación que le causan la sensación de que nada funciona correctamente, de que los capaces se han ido, el sufrimiento innecesario… Esa ambivalencia está presente en toda su narrativa y tiene su perfecto correlato en la naturaleza moral (¡que no moralista!) de su escritura: junto a su crudeza, sus relatos son de algún modo luminosos, una luz que parece emanar de su apego a la vida y al prójimo.
En 2022, poco después del inicio de la guerra de Ucrania, Maxim Ósipov se exilió en Alemania. «Frío, vergüenza y liberación. Crónica de un viaje» es el elocuente título del relato con el que se cierra el libro.
