Este artículo lo escribí a propósito de la exposición Deshilar el eco de Ariadna de la artista, poeta y amiga Carmen Hurtado en la galería H20. Se publicó en la revista del colectivo Mujeres en las Artes Visuales. Para mí, escribir sobre arte siempre ha sido una invitación al desarrollo de mi propia creatividad a través de una mirada atenta y abierta a todos los sentidos, también al de la imaginación.

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Septiembre. El cielo nublado, el aire fresco, la tarde amable. Ando por uno de los tramos altos de la calle Verdi flanqueado de pequeñas casas modernistas con jardín trasero. Una de ellas alberga la galería H2O, donde me espera Carmen Hurtado, que está acabando de montar la exposición “Deshilar el eco de Ariadna”, en la que reúne una selección de su obra de los últimos quince años y algunos trabajos nuevos.
Me abre sonriente, como de costumbre. En el vestíbulo está Mario, su pareja, que le está ayudando a montar la exposición y está agachado colocando un cuadro de pequeño tamaño bajo el título de la exposición y el nombre de la artista impresos en la pared. Es el cuadro que ilustra el cartel de la muestra, donde la propia artista transmutada en Ariadna tiene la cara oculta tras un velo o una mancha oscura, porque quizá su protagonismo en el mito sea más aparente que real. “El acento está siempre puesto en el hilo que muestra el camino al héroe y en el minotauro. Pero ¿qué sabemos de Ariadna?”, dice Carmen. Y esto es lo que pretende esta exposición: mostrarnos a Ariadna esta vez, revisitar el mito. Es ella la que se interna en el laberinto en esta ocasión.
Del arco del vestíbulo que se abre a la estancia principal de la galería, cuelgan unas cintas hasta media altura que hacen pensar en las cortinas de los establecimientos japoneses. Son de algodón blanco, anchas, con frases bordadas en hilo rojo. “Son cintas umbilicales —me espeta Carmen Hurtado, jubilosa, desde detrás—. Una de ellas es la mía”. Son las cintas con las que se envolvía la cintura del bebé tras cortarle el cordón umbilical. “El acto de coser es el intento de mantener unido lo que se ha roto” leo en una de ellas que dice Louise Bourgeois. “Venimos al mundo sujetos a nuestra madre, y esa es la primera separación”, añade la artista. “Toda nuestra vida es un constante hilar y deshilar”. Hilos. Coser y descoser. Unir y separar. Hacer y deshacer. Una acción y su contraria. Una tensión que para Carmen Hurtado está en el núcleo de la búsqueda de la libertad. La libertad: he ahí el otro polo de la muestra, su punto de partida.
“Yo quería hablar sobre la libertad y su búsqueda, que ha sido un tema recurrente en mi trabajo desde hace quince años. Entonces empecé a seleccionar obras que tuvieran que ver con ello y me di cuenta de que Ariadna podía ser mi alter ego”. En efecto, la presencia del hilo y del laberinto es una constante en el conjunto de la obra que aquí se expone, y remite a una libertad que tiene que conquistarse y que es una permanente tensión entre el libre albedrío y todo aquello que nos condiciona, pues “nacemos en un cuerpo, en un género, en una familia, en un país…” O, tal como lo expresaría el filósofo Joan-Carles Mèlich, heredamos un guion, llegamos al mundo en mitad de una narración que había empezado mucho antes de llegar nosotros.
Del cuerpo a la metamorfosis
La muestra está organizada en cuatro ámbitos temáticos. El primero lleva por título “Cuerpo y deriva”, porque, lo hemos dicho, nacemos de un cuerpo y en un cuerpo. El cuerpo es nuestro primer límite y nuestro propio laberinto. Así lo afirma otra cita, esta vez de Borges, bordada en otra de esas cintas umbilicales: “Todos tenemos un laberinto en nuestro interior”. Y, no obstante, no hay libertad sin límites. Algo así leemos también en una de las frases cosidas esta vez en uno de los ensamblajes de Carmen Hurtado, un término que la artista prefiere al de collage. Pero más allá del texto, la idea de libertad y su permanente tensión con los límites se expresa en varias de estas obras a través de las formas geométricas que contienen el ensamblaje, que constituyen su perímetro dentro del interior del cuadro; unas formas geométricas que remiten al plano de una casa y que, significativamente, en los trabajos más recientes han desaparecido. La casa: otro de los lugares que nos contienen, a la vez espacio de libertad y de constricción. Por eso resulta muy orgánico y lleno de sentido que la exposición ocupe el espacio completo de la casa que es la galería.
El segundo ámbito es “El rostro del minotauro” y está consagrado al laberinto. Y si el laberinto está en nuestro interior y es a la vez el camino de una vida, el minotauro no es otro que “el miedo al autoconocimiento” que, sin embargo, es el único que nos puede proporcionar una libertad genuina. El tercer ámbito de la muestra lleva por título “Hilo labris” y gira en torno a las herramientas que tenemos para “desenredar” nuestra vida, para cortar; un corte que siempre es “un final de algo y un principio de otra cosa”. Por último, el cuarto ámbito está consagrado a “la metamorfosis”, porque acaso la vida sea un constante mudar y mudarse, de piel, de ropa, de lugar… y la salida del laberinto no sea otra que esa metamorfosis.
Palabra e imagen
Se trata pues de un recorrido expositivo en el que no hay héroes, ni centro, ni salida, y donde la protagonista es esta vez Ariadna, que deshila el relato, cuestiona al héroe y rompe la lógica del camino. No hay destino. Y es que quizá, como dice la artista, “la libertad no está en la salida, sino en el viaje errante de la escucha”.
Carmen Hurtado es artista visual y poeta y su obra entrelaza palabra e imagen en una tensión permanente con lo simbólico. En su trabajo hay un diálogo fluido entre ambos lenguajes. La semilla conceptual de muchas de sus obras está a menudo en sus poemas o “diarios oníricos”, pero también la palabra poética es a menudo la receptora de visiones o intuiciones que proceden de su trabajo artístico. El resultado es una práctica interdisciplinar que atraviesa la pintura, el dibujo, la fotografía, la escultura, el bordado y el ensamblaje. Sus proyectos abordan cuestiones sobre el cuerpo, el territorio, la libertad, la maternidad, el tiempo, el deseo o el duelo.
La muestra, que reúne una selección de obras de los últimos quince años, incluye parte de su producción más reciente, además de la pieza de videoarte Libertatis que formó parte de la exposición dedicada a Agnès Varda que acogió el CCCB el pasado año. Junto a los ensamblajes, pinturas y grabados con técnica mixta, encontramos también algunas esculturas de pequeño formato, que sorprenden al visitante en algunos rincones de la galería.
El hilo rojo de Ariadna
Las cintas umbilicales de las que hablábamos más arriba están bordadas con un hilo rojo brillante que remite a la vida y al dolor, porque en ningún momento se nos oculta aquí que la vida también comporta esa contraparte. “La libertad no consiste en ser libre del dolor, sino en ser libre de actuar” nos recuerda Carmen Hurtado con Hanna Arendt desde otra de las cintas. Se trata de un hilo que, como el torrente de nuestra vida, como una sutil ramificación capilar, recorre la exposición. Y así, el hilo de Ariadna que esta vez es rojo lo encontramos en muchos de sus ensamblajes y reaparece en forma de mancha en algunas de las obras más recientes; unas obras en las que la artista desbordó ya los límites de la casa o el perímetro que contenía sus anteriores intervenciones y se hicieron cuerpo, forma orgánica, regresaron a la naturaleza original. El hilo rojo, por fin, está también bordado en la túnica que se expone entre las plantas del jardín de la galería y que la artista, sacerdotisa o diosa blanca, se pone cada tarde en un rito que marca el devenir cotidiano y también un cierre y un regreso al interior, mientras toma el ovillo y va recogiendo el hilo.
De este modo, el hilo carmesí dota en efecto de unidad al conjunto expositivo e invoca a la artista-Ariadna y su decidido internamiento en el laberinto para apresar al minotauro, mientras esas cintas umbilicales y esa túnica o manto nos hablan de lo que nos cubre y lo que nos une para no quedar definitivamente a la intemperie (que es también o ante todo soledad), y de todas esas capas o pieles que sucesivamente nos ponemos y de las que nos desprendemos en el “viaje errante de la escucha” que es la vida y la exploración del laberinto en busca del autoconocimiento y de la verdadera libertad interior.
Esa sucesión de capas y pieles está, claro, en sus obras de técnica mixta y en sus ensamblajes, quizá la técnica más representativa de Carmen Hurtado y una de sus preferidas. Unos ensamblajes donde se dan cita el dibujo, la pintura y el grabado y donde la palabra aparece bordada y dibujada. Ella cuenta que le gusta el ensamblaje por lo que tiene de juego y por su riqueza. “Como los sueños, estas obras tienen muchas capas”. Y como los sueños, estas obras no son lineales y están abiertas a la participación de quien las contempla. Muestran además la esencia del modo de trabajo de la artista, que se deja llevar en su trabajo por la intuición y la asociación libre como parte fundamental del proceso.
Biografía
Esa búsqueda y esa reflexión en torno a la libertad propia en la que se ha embarcado, así como la apropiación y relectura del mito en las que invita al espectador a participar están atravesadas por su propia biografía. El trabajo artístico de Carmen Hurtado siempre se nutre de materiales procedentes de su vida, con frecuencia en un sentido literal, a menudo son piezas de ropa. Además de esas cintas umbilicales de las que hablábamos antes, la capa bordada con la que ejecuta una breve performance cada tarde es otro vestigio familiar: un vestido de una de sus tías.
Aunque lleva más de veinte años residiendo en Barcelona y ha viajado por todos los continentes, Carmen Hurtado nació y se crió en un pueblo de Extremadura. Allí están la casa familiar, la antigua farmacia que regentaban, tierras, hermanos y muchos, muchos objetos, ropa de su madre y de sus tías, historias, conflictos… Ese guion del que hablábamos más arriba y que la artista incorpora siempre en su trabajo de un modo u otro; de varios modos, en verdad. Y así, por ejemplo, en Carmen Hurtado, el bordado no es moda o impostura. Su madre cosía, y ella creció en una suerte de gineceo en el que su madre y sus amigas se reunían todas las tardes con labor de costura. “Lo de menos era lo que cosían, lo de más era reunirse. Así tejían sus redes”.
Poesía
La narrativa es lineal, pero la poesía, con su ambigüedad, su cubrir y descubrir conceptos e ideas, es para Carmen Hurtado enigma, “la maga de las artes”, de ahí el vínculo con su obra artística, con la que está en permanente diálogo. “Puede ser el detonante de la obra visual y viceversa”. Y es que, añade, “en la sociedad en la que vivimos se tiende a la linealidad, a darlo todo muy digerido, y la poesía propone una apertura”. Por eso, Carmen Hurtado reclama un lugar para la poesía dentro del arte, y dentro del arte sonoro en particular.
Históricamente, la poesía ha sido una de las grandes artes. “En Grecia los poetas eran considerados artistas. ¡Eran los artistas por antonomasia! ¿Por qué hoy están fuera de todos los circuitos?”, exclama. Y abunda: “creo que a veces hay intervenciones que se consideran ‘arte sonoro’ simplemente porque quien las lleva a cabo es un artista que, como tal, les pone el marchamo de arte, mientras dejamos fuera la voz poética. Yo reclamo un lugar para la poesía dentro del arte sonoro”. Por eso, en el marco de esta exposición, se incluyen dos intervenciones sonoras a cargo de poetas invitados por Carmen Hurtado a recitar poemas en torno a la temática de la muestra.
Se trata de una acción que, como la que ella misma lleva a cabo cada tarde mientras esté abierta la exposición, tiene también como objetivo contravenir la práctica convencional de reducir las exposiciones a “inauguración y exhibición”, al tiempo que pretende abrirla al público y a otros artistas, promoviendo la interacción y el espacio comunitario, que es el espacio propio del momento expositivo, frente al momento de la creación, que suele ser de soledad y trabajo individual. Es el momento de las otras voces, de los ecos, de ese eco que está en el título. Y es que Carmen Hurtado, casi instalada en la galería durante los días en los que la muestra permanece abierta, quiere ver cómo resuena su trabajo entre el público que la visite. En su deshilar o cuestionar el mito de Ariadna, espera percibir el eco de las lecturas de los visitantes. Confiando en que aquella Ariadna que ofreció el hilo al héroe y fue luego objeto de su abandono en la playa de Naxos, se convierta aquí y ahora en sujeto activo, filosófico, en artista, buscadora, errante, valiente… Sujeto que desde Naxos, Barcelona o cualquier otra orilla, más que esperar, interpele a Dionisos, que no en vano es el dios de la fecundidad y de la alegría.









